La estimulación cognitiva engloba todas aquellas actividades que se dirigen a mantener o a mejorar el funcionamiento cognitivo en general mediante ejercicios de memoria, percepción, atención, concentración, lenguaje, funciones ejecutivas (solución de problemas, planificación, razonamiento, control…), praxias, funciones viso espaciales, etc., por medio de programas estructurados de estimulación.
Consiste en estimular y mantener las capacidades cognitivas existentes, con la intención de mejorar o mantener el funcionamiento cognitivo y ralentizar el deterioro que se produce.
A medida que cumplimos años nuestro organismo cambia por dentro y por fuera. Todos vemos en mayor o menor medida, como algunas de las capacidades cognitivas han ido menguando con el paso del tiempo y de diferente manera en cada persona: un deterioro más rápido o más lento, distinto tipo de funciones cognitivas afectadas, etc.
Esos cambios que se producen a nivel cognitivo pueden ser consecuencia del paso de los años -problemas de memoria asociadas a la edad-, de un deterioro progresivo que puede acabar en demencia –deterioro cognitivo leve- o una enfermedad neurodegenerativa –demencia tipo Alzheimer, vascular o cuerpos de Lewy.
Por eso, hay que tener en cuenta que la estimulación cognitiva que se realiza no puede ser la misma con todas las personas, es importante que los profesionales de este campo, los neuropsicólogos, realicen una evaluación y valoración de las áreas cognitivas mediante unas pruebas avaladas científicamente, y después establecer los ejercicios adecuados al nivel cognitivo y motivaciones de cada persona.
En la estimulación cognitiva es imprescindible trabajar sobre las capacidades que aún se conservan en la persona y no las que ya se ha perdido, para evitar su frustración. De esta manera, además de mejorar su funcionamiento, se contribuye a una mejora global de la conducta y estado de ánimo como consecuencia de una mejora de autoeficacia y de la autoestima.